En 2019 se ha conmemorado el centenario del asesinato de Rosa Luxemburgo, una economista, filósofa y activista que dejó su impronta en el ámbito de la lucha de clases. Defensora de la democracia en el seno de la revolución, polemizó con figuras como Lenin o Trotsky, y desarrolló una teoría propia a partir del marxismo, poniendo el acento en la lucha de masas para conseguir el socialismo internacional.
Nacida en Polonia en 1871 (entonces bajo control ruso) en el seno de una familia judía, pronto se significó en actividades políticas. Por ello huyó a Suiza, donde tomó contacto con el movimiento socialista internacional.
En Zúrich estudió Economía Política, Derecho, Filosofía y otras materias, especializándose en teoría del Estado y en el estudio de las crisis económicas. Se convirtió en ciudadana alemana mediante un matrimonio de conveniencia y, en su país de adopción, desarrolló una intensa carrera como teórica y política.
Defendió el credo marxista y la necesidad de la revolución. Para ella, la huelga era la nueva forma de lucha proletaria, y la huelga de masas debía derrocar al régimen burgués.
Participó en las revueltas previas y posteriores a la Gran Guerra. Su activismo le llevó a la cárcel varias veces. En prisión generó parte de su obra. Precisamente, uno de los libros que escribió encarcelada, entre 1916 y 1917, fue su inacabada Introducción a la economía política.
Cofundadora del periódico La Bandera Roja, escribió otros libros, como Reforma o Revolución, Huelga de masas, partido y sindicato y La revolución rusa. En esta obra, predijo lo que años después sucedería en la Unión Soviética de Stalin, la dictadura de unas camarillas y no del proletariado. En La acumulación del capital debatió acerca de argumentos expuestos por economistas clásicos como Marx, Smith, Ricardo o Malthus, afirmando que no hay relación directa entre producción y consumo.
Huelga general y asalto al poder
Convencida antimilitarista, Luxemburgo pidió a los soldados que se negaran a combatir en la Gran Guerra y que iniciaran una huelga general. Esa lucha debía contagiar a los trabajadores de otros países. “Abajo la guerra, abajo el Gobierno”, sería una de sus proclamas, preparando a las masas para asaltar el poder.
Perteneció al Partido Socialdemócrata Alemán, a cuyos cuadros impartió clases de economía política e historia económica. Con el estallido de la contienda mundial en 1914, se distanció de su partido por aprobar la financiación de la guerra. Encabezó la Liga Espartaquista y fundó el Partido Comunista Alemán, semanas antes de que sus rivales políticos la asesinaran. Era el 15 de enero de 1919.
Luxemburgo vivió en plena fase de despegue del desarrollo industrial, caracterizada por unas largas jornadas laborales, una mano de obra hacinada y otros excesos, lo que propició el surgimiento de una rama crítica del capitalismo en lo económico, lo político y lo social.
Para ella, la economía podía pasar de ser sustento legitimador del sistema a instrumento liberador de la clase trabajadora. También afirmaba que la expansión capitalista destruía las economías de subsistencia, forzaba a los productores no capitalistas a entrar en el mercado económico, generaba un endeudamiento creciente y colonizaba países y pueblos enteros, convirtiéndolos en súbditos de las grandes naciones capitalistas.
La también economista Joan Robinson, defensora del sistema soviético, pese a la valoración positiva que hizo de su análisis, consideraba que éste era incompleto en la medida en que obviaba el efecto de los cambios tecnológicos y el del aumento de los salarios reales.
Sus aportaciones económicas
Según Estrella Trincado Aznar, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, Rosa Luxemburgo mostró un error en el modelo de acumulación de capital de Carlos Marx, ya que la visión de éste dependía de unos supuestos especiales en sus ejemplos aritméticos y, a juicio de Luxemburgo, no había razón para pensar que seguirían en el futuro.
La propia Joan Robinson, cuando publicó en 1951 el libro de Rosa Luxemburgo La Acumulación del Capital, escribió en su introducción que había analizado casi por primera vez cuestiones tan relevantes en el ámbito económico como el incentivo a la inversión: sólo se producirá la inversión en un stock de capital continuamente acumulativo si a los capitalistas se les asegura un mercado siempre creciente de bienes que produzca el capital. Como ha señalado Estrella Trincado, Luxemburgo dio gran importancia a una cuestión que sería años más tarde central en la economía ortodoxa: el defecto del incentivo a la inversión. A su juicio, el estancamiento o ausencia de la demanda secular ha recibido mucha atención por los economistas del siglo pasado, y Luxemburgo apuntó que ese estancamiento conduce al colapso económico. A pesar de todo, no llegó a ver la necesidad de igualar inversión y ahorro, algo que sí haría Keynes.
También se refirió Robinson a que Luxemburgo había creado una teoría del desarrollo dinámico del capitalismo, otorgando un relieve especial al crecimiento de la demanda efectiva. De este modo, Luxemburgo anticiparía los modelos de crecimiento del siglo XX.
A los autores no marxistas, los estudios económicos de Rosa Luxemburgo les aportaron una explicación del boom secular del siglo XX, atribuido a la expansión del capitalismo en todo el mundo. También apuntaron el tema de la adecuación de la demanda efectiva, algo que ya había sido analizado en el pensamiento económico desde Malthus.
Sin embargo, su pensamiento no fue compartido por los socialdemócratas y fue repudiado por comunistas y bolcheviques. La III Internacional, en 1925, condenó al luxemburguismo por herejía. En cambio, la ciudad de Berlín conmemora anualmente el Día de Rosa Luxemburgo todos los 15 de enero.