El turismo es una de las ramas de actividad fundamentales de la estructura productiva nacional, no sólo por su capacidad directa de generación de actividad y empleo, sino, también, por sus efectos arrastre sobre otras actividades que forman parte de su cadena de valor (agricultura, construcción, hostelería y restauración, comercio, ocio, transporte, entre otras).
Con datos relativos a 2018 (últimos disponibles), su producción se acerca a 148.000 millones de euros, dando empleo directamente a 2,6 millones de personas. Así el peso del sector turístico en el Producto Interior Bruto (PIB) de España se sitúa en el 12,3%, siendo su contribución al empleo del 12,7%.
La irrupción del COVID-19 y las medidas de confinamiento y distanciamiento social puestas en marcha desde mediados del mes de marzo para hacer frente a la pandemia han supuesto un punto de inflexión en la evolución del sector, que durante los últimos años venía mostrando una tendencia de continuo crecimiento, al verse reducida su actividad por completo transitoriamente.
En este sentido, las últimas previsiones realizadas por la OMT (Organización Mundial del Turismo) apuntan a una caída del número total de turistas internacionales de entre un 58% y un 78%, lo que se traduce en de 850 a 1.100 millones de viajeros menos. Esta disminución de flujos implicaría unas pérdidas para el sector que se cuantifican en torno a un billón de dólares y la destrucción de más de 100 millones de empleos directos.
Efectos del COVID-19 en el turismo en España
En el caso concreto de España, según Exceltur (Alianza para la Excelencia Turística) la reducción del PIB turístico en 2020 se estima en 83.134 millones de euros, lo que supone una contracción del 54,5% con respecto a 2019, y la pérdida de 725 mil empleos.
Asimismo, apunta que la recuperación sería más temprana en términos de demanda doméstica, con viajes de proximidad y en vehículos particulares a segundas residencias, viviendas familiares y otros establecimientos de tamaño reducido. En este marco, se ha vuelto a insistir en la necesidad de adoptar medidas y acometer reformas que permitan reactivar la actividad del sector y recuperar el empleo minimizando los riesgos sanitarios.
En esta línea, las medidas propuestas, algunas de ellas en curso, presentan tanto carácter coyuntural, orientadas a la reactivación del sector, amortiguando el impacto económico y social de la crisis, como estructural, actuaciones de mayor calado que reconfiguren el sector a medio y largo plazo.
Medidas para reactivar el turismo
Las medidas coyunturales se articularían en cuatro bloques:
- Seguridad sanitaria: diseño y puesta en práctica de protocolos internacionales homogéneos que garanticen una movilidad segura, así como un adecuado seguimiento de la evolución de la pandemia. Se apuesta por establecer corredores de viajes y sistemas de seguimiento de la salud mediante certificados sanitarios o aplicaciones en tiempo real como las que ya están funcionando.
- Promoción de España como destino turístico seguro y preferente. Para ello, ya se han puesto en marcha iniciativas de creación de distintivos de confianza como “Comercio de Confianza”, de la Cámara de Comercio de España, campañas de comunicación y planes de vigilancia y seguridad en ubicaciones concretas como el Plan de Playas Seguras desarrollado por la Junta de Andalucía.
- Implementación de elementos impulsores del consumo, siguiendo iniciativas de otros países, entre los que se incluyen los bonos vacacionales fiscalmente deducibles, la realización de extensiones temporales para los no residentes y el ofrecimiento de descuentos en medios de transporte y actividades, entre otros.
- Apoyo financiero y reducción de la carga fiscal: a fin de aportar liquidez al tejido empresarial (en su mayoría pequeñas y medianas empresas y autónomos), flexibilizar pagos con diferimiento de la liquidación de tributos. Asimismo, se está planteando la posibilidad de prorrogar los ERTEs por fuerza mayor hasta finales de año.
Por su parte, las medidas de carácter estructural, comprenderían, entre otras:
- La elaboración de un Plan Turístico nacional, de carácter global, orientado a la “nueva realidad”.
- Diversificación de la oferta turística: con objeto de aprovechar la ventaja competitiva que ofrece la localización geográfica, diversificando su tradicional oferta de sol y playa, con diferentes opciones por las que se ha apostado en los últimos años, como son el turismo cultural o el de negocios y eventos.
- Mayor inversión en infraestructuras de transportes, que favorezcan la intermovilidad y la conexión entre destinos turísticos, así como en el mantenimiento de monumentos, espacios y lugares de interés cultural.
- Apuesta por la digitalización para favorecer la integración de la cadena de valor del sector y optimizar su gestión, así como para ofrecer contenidos a través de herramientas alternativas, mediante la generalización del uso del big-data y la inteligencia artificial.
- Impulsar la transición del sector hacia la economía circular, favoreciendo la reducción de su huella ecológica, la preservación de ecosistemas, la producción y el consumo responsables, la adecuada gestión de los residuos o la apuesta por energías limpias. Con este fin, el pasado 2 de junio de 2020, se aprobó la Estrategia Española de Economía Circular, en la que el sector turístico tiene carácter prioritario.
- Rediseño de un marco institucional de calidad para el sector que genere certidumbre y garantías en la toma de decisiones de los agentes económicos y en el que tenga cabida la colaboración público-privada.
- Apuesta por la formación permanente.
Se trataría, en definitiva, de consolidar un sector turístico seguro, innovador y sostenible adaptado a la “nueva realidad” que ha llegado con el COVID-19, superando sus actuales debilidades y explotando sus fortalezas.