Aunque llevamos conviviendo con el euro los últimos 20 años,  seguro que muchos de los que están leyendo este artículo recuerdan con nostalgia cómo era su vida cuando existía la peseta.

La historia de la peseta está unida a la de España y sus ciudadanos. La última moneda española en circulación antes de la implantación del euro nació en 1868 y fue moneda oficial del país durante 134 años.  La moneda de 100 pesetas fue la última pieza en salir de las máquinas acuñadoras, el 19 de junio de 2001. A partir de ese momento, las planchas y troqueles pasaron a convertirse en piezas de museo, cerrándose, de este modo, una etapa en España, y abriéndose otra, que tenía como protagonista una nueva moneda: el euro.

Orígenes de la peseta

La peseta nació el 19 de octubre de 1868 por decreto del Gobierno Provisional formado tras el derrocamiento de Isabel II. Con respecto al nombre de la nueva moneda, se barajaron varias denominaciones, como maravedí, real o escudo, pero finalmente se optó por ‘peseta’, debido a su familiaridad de uso: parece ser que durante antes de la Guerra de la Independencia ya habían circulado pesetas.

La primera pieza fue la unidad, que se acuñó en 1969 con la leyenda de ‘Gobierno Provisional’ en el anverso, en lugar de España, que figuraría en las siguientes acuñaciones y en las monedas realizadas en plata. El motivo que se eligió para esta primera moneda fue la personificación de Hispania recostada sobre los Pirineos. El bronce representaba, en cambio, a España como matrona sentada sobre las rocas. Ambas piezas fueron grabadas por Luis Marchionni, grabador principal de la Casa de la Moneda de Madrid, desde 1861.

En el reverso en plata se representó el escudo de España, mientras que el bronce exponía la figura de un león sosteniendo este escudo. Precisamente, esta imagen dio origen a la popular denominación de ‘perra gorda’ o ‘perra chica’, ya que muchos vieron un perro, en lugar de un león.

Un diseño en constante evolución

A lo largo de la historia, el diseño de la peseta fue evolucionando en diferentes direcciones. Conforme a lo establecido en 1969 siempre se mantuvo el escudo nacional de España, aunque se fueron incorporando modificaciones. En los anversos, en cambio, se sustituyó la presencia de Hispania por la efigie real. Los cambios más notables se produjeron durante la Segunda República y durante la llegada al poder del general Franco, cuando se introdujo un retrato modelado en 1947 por Benlliure y adaptado por Manuel Marín.

Con la llegada de la democracia se incorporó la imagen del rey don Juan Carlos I así como el Escudo Real.  A partir de 1990, se produce un cambio de rumbo en los diseños, que se fueron renovando cada año con motivos conmemorativos, poniendo fin a la tradición monárquica e introduciendo, como novedad, motivos culturales, artísticos o locales.

Con respecto a los materiales, con el reinado de Alfonso XIII se sustituyeron los metales preciosos por nuevos metales y aleaciones.  Las acuñaciones en oro estuvieron vigentes hasta el año 1904, y en plata hasta 1933. A continuación, se dio paso a la peseta amarilla, conocida popularmente como "la rubia". A partir de ese momento las acuñaciones se realizaron en cobre, aluminio y níquel y los diseños fueron combinando todo tipo de aleaciones y tamaños. A partir de 1989, por razones puramente económicas, se suceden ininterrumpidamente las acuñaciones en metales preciosos.

Unos meses antes de la última acuñación de monedas en pesetas y de la despedida definitiva de los talleres de producción, el Ministerio de Economía, la Dirección General del Tesoro, el Banco de España y la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre-Real Casa de la Moneda rendían un homenaje a la peseta, a través de la acuñación de la moneda de uso más común, la de 100 pesetas, y de la tradicional moneda conmemorativa de 2.000 pesetas en plata. Ambas reproducían la imagen de Hispania con una rama de olivo en la mano, que aparecía en la primera emisión nacional de pesetas de 1869.