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Gro Harlem Brundtland: la impulsora del desarrollo sostenible

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José María López Jiménez

Doctor en Derecho y miembro del equipo de trabajo de Edufinet

Sobre mi

Doctor y Licenciado en Derecho por la Universidad de Málaga. Diplomado en Ciencias Políticas y Sociología por la UNED (Sección Ciencias Políticas). Actualmente trabaja en el sector financiero como Director de RSC. Forma parte del equipo de trabajo del proyecto de educación financiera 'Edufinet'.

El nombre de Gro Harlem Brundtland, más allá de los recuerdos vinculados en exclusiva con su carrera política en su país de origen, lo podemos asociar sin dificultad con las Naciones Unidas y con el desarrollo sostenible

10 Dec 2019

7 Min de lectura

Toda la extensión de la carrera política, profesional o académica de una persona suele ser recordada por un puñado de hechos o hitos concretos atribuibles a ella: la gestión de una situación de crisis, un desempeño empresarial, la asunción de un cargo, la publicación de un libro evocador, la impartición de una conferencia especialmente memorable…

 

El nombre de Gro Harlem Brundtland, más allá de los recuerdos vinculados en exclusiva con su carrera política en su país de origen, lo podemos asociar sin dificultad con las Naciones Unidas y con el desarrollo sostenible. La sostenibilidad, relacionada con la lucha contra el cambio climático y, sobre todo, contra la pobreza, y el triple enfoque ambiental, social y de gobernanza (ASG), son hoy día conceptos sobradamente conocidos y empleados -puede que en exceso- por una parte sustancial de la población, pero, sin embargo, fue con el conocido como “Informe Brundtland” con el que comenzó su acuñación y su progresiva consolidación.

 

Aunque, como hemos destacado en un artículo anterior (La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)), la reflexión sobre los límites del crecimiento y las externalidades ha ocupado a los economistas modernos desde el mismo nacimiento de esta ciencia social, el actual enfoque arrancó, en realidad, en el último cuarto del pasado siglo.

 

Hay que aclarar que la formación de Gro Harlem Brundtland, nacida en Oslo (Noruega), en 1939, guarda relación con la medicina, y, de hecho, dedicó 10 años de su vida, antes de asumir responsabilidades políticas de altura, a trabajar en el sistema público de salud noruego. Estudió en su país natal y amplió estudios en la Universidad de Harvard, siendo en este momento, al parecer, cuando se comenzó a interesar por las cuestiones medioambientales y relacionadas con el desarrollo humano.

 

Ahora bien, del mismo modo que no se puede negar el impacto, por ejemplo, de algunos psicólogos, como Daniel Kahneman, galardonado con el Premio Nobel de Economía, en el perfeccionamiento del conocimiento económico, difícilmente se puede rechazar la influencia ejercida por Gro Harlem Brundtland en esta disciplina e, incluso, en una cierta reordenación del paradigma imperante durante los últimos años, con alcance en la redefinición de la función social de las empresas, en general, y de las entidades financieras, en particular.

 

Pronto se alineó con una ideología de izquierda, formando parte del Partido Laborista Noruego (según la biografía disponible en la página web de la Organización Mundial de la Salud), se adhirió a la sección para niños de este partido a los 7 años de edad, como muestra prematura de su activismo político).

 

Entre 1974 y 1979 ejerció como Ministra de Medio Ambiente. Posteriormente, desempeñó el cargo de Primera Ministra, siendo la persona más joven en ocupar tal cargo y la primera mujer en la historia de su país que, en 1981, asumió esta responsabilidad (con nuevos mandatos en los periodos 1986-1989 y 1990-1996).

 

Pero el hecho que motiva que le prestemos atención en UniBlog supera las fronteras de Noruega: en 1983 se constituyó, en virtud de la Resolución 38/161 (“Proceso de elaboración de la perspectiva ambiental hasta el año 2000 y más adelante”) de la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobada el 19 de diciembre de 1983, la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, correspondiendo a Gro Harlem Brundtland su presidencia entre dicho año y 1987.

 

Es imprescindible referir sucintamente parte del contenido de la Resolución 38/161, porque si nuestra biografiada supo imprimir su visión y su carácter a la presidencia de la Comisión fue porque en aquella se pueden encontrar referencias a que la Comisión se concentre en “recomendar medios que permitan traducir el interés por el medio ambiente en una mayor cooperación entre los países en desarrollo y entre países que se encuentren en distintas etapas de desarrollo económico y social, y alcanzar objetivos comunes y mutuamente complementarios que tengan en cuenta las interrelaciones entre la población, los recursos, el medioambiente y el desarrollo”; o en el mantenimiento de un intercambio de puntos de vista con “la comunidad científica, los ecólogos y todos los demás sectores de la opinión pública”.

 

"Informe Brundtland"

 

Fue en 1987, todavía bajo su presidencia, cuando la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo presentó a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas el informe titulado “Nuestro Futuro Común”, más conocido como el “Informe Brundtland”, que define qué es el desarrollo sostenible y destaca la importancia del medioambiente, que no se puede considerar como una esfera separada de las acciones humanas y de las necesidades de nuestra especie.

 

El informe viene antecedido por unas interesantes palabras de presentación de la propia Gro Harlem Brundtland, en las que admite que cuando, en diciembre de 1983, le fue ofrecida la presidencia de la Comisión, lo primero que pensó fue que la petición era “irreal y demasiado ambiciosa”. El argumento del Secretario General de las Naciones Unidas que, según ella misma confiesa, la impulsó a aceptar el reto fue que ningún otro líder político se había convertido en primer ministro tras haber ejercido previamente como responsable de la cartera ministerial de medioambiente, lo que la llevó a convencerse de que el medioambiente no estaba destinado a ser, meramente, una materia secundaria en el proceso de la toma de decisiones políticas.

 

Las palabras preliminares del informe reflejan bien, por otra parte, la evolución de la política internacional tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la posterior fase de reconstrucción, la culminación del proceso descolonizador en los años 70 del pasado siglo, y cómo en esos años surgió la necesidad reconfigurar el sistema económico internacional, dando un nuevo enfoque a la cooperación y al multilateralismo, así como al desarrollo sostenible y al logro de fines comunes para toda la humanidad.

 

Entre los retos ambientales -y sociales, por extensión- a los que trata de dar respuesta el “Informe Brundtland” figuran expresamente, entre otros, el calentamiento global, la desertificación, la destrucción de los terrenos cultivables, la degradación ambiental, la ampliación de la brecha entre los pobres y los ricos, la presión poblacional, los derechos humanos, la crisis de deuda, la caída del precio de las mercancías y la reducción de la capa de ozono (fenómeno felizmente estabilizado, tras la toma de conciencia de esta problemática y la adopción de las medidas adecuadas, lo que confirma que siempre hay margen para la acción).

 

Tras la aprobación del “Informe Brundtland”, diversas conferencias y cumbres de las Naciones Unidas, comenzando por la de Río de Janeiro (Brasil), de 1992 (“Cumbre para la Tierra”), han encontrado el terreno mucho más llano para seguir avanzando y llegar a una población mundial cada vez más sensible a cuestiones como la elevación global de la temperatura, la pobreza o el modelo económico de producción . Este proceso ha permitido la aprobación unánime en 2015 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y, algo más tarde, con algunas controversias, la del Acuerdo de París sobre Cambio Climático.

 

Tras abandonar sus responsabilidades en la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, Gro Harlem Brundtland se mantuvo activa en la vida política nacional noruega hasta 1996. En el ámbito internacional ejerció, posteriormente, como Directora General de la Organización Mundial de la Salud entre 1998 y 2003.

 

El informe de las Naciones Unidas conocido con su nombre sirvió para llamar la atención sobre los aspectos ambientales y sociales menos favorables vinculados al desarrollo económico, y para advertir de la necesidad de pasar a la acción para asegurar un futuro digno a las próximas generaciones: su mensaje no puede ser más pertinente hoy día.

 

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