El 'síndrome del flotador financiero': cómo el verano relaja también tus decisiones económicas

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Con una metáfora aplicada al verano, te contamos lo que estudia la psicología financiera sobre cómo las emociones, los sesgos cognitivos y el contexto influyen en las decisiones económicas personales

03 Jul 2025

5 Min de lectura

El verano tiene ese poder casi mágico de cambiarlo todo. Cambia nuestro ritmo, nuestras rutinas, nuestra ropa… y también, sin que nos demos cuenta, nuestra forma de relacionarnos con el dinero. Entre planes improvisados, cenas al aire libre y escapadas de última hora, muchas personas entran en un estado de desconexión tan profundo que sus finanzas también se relajan.

 

A este fenómeno, nos vamos a tomar la licencia de llamarlo aquí el “síndrome del flotador financiero”: una metáfora para describir cómo, al igual que flotamos relajados en una piscina sin remar, dejamos que nuestras decisiones económicas se tomen solas, empujadas por la corriente del momento.

 

No es un término clínico, pero sí una forma simpática de hablar de algo muy real: cómo el contexto veraniego puede llevarnos a gastar más, planificar menos y tomar decisiones que en otro momento del año no consideraríamos. En concreto, estamos hablando de un fenómeno que estudia la psicología financiera, esa parcela de la psicología que trata sobre cómo las emociones, los sesgos cognitivos y el contexto influyen en las decisiones económicas personales.

 

Este artículo explora cómo y por qué ocurre este “síndrome”, qué dice la psicología financiera al respecto y, sobre todo, cómo podemos disfrutar del verano sin que nuestras finanzas se vayan a la deriva.

Modo verano activado, ¿qué pasa con nuestras finanzas?

 

El “síndrome del flotador financiero” representa metafóricamente ese estado mental en el que nos dejamos llevar y dejamos que nuestras finanzas “vayan solas”. En verano, el entorno invita a desconectar: vacaciones, calor, ocio, menos rutinas… y eso también se traslada a nuestra relación con el dinero.

 

Y es que, en la época estival, se manifiestan comportamientos como:

  • Gastar sin revisar el presupuesto.
  • Posponer decisiones importantes (rrevisar hipotecas, préstamos, inversiones…).
  • Hacer compras impulsivas o innecesarias.
  • Si tenemos posibilidad, invertir sin analizar riesgos, dejándose llevar por el optimismo.

 

No se trata de un problema grave en sí mismo, pero sí puede tener consecuencias si no somos conscientes de ello. Como en el agua, flotar está bien… hasta que te alejas demasiado de la orilla.

Cómo afecta el cambio de ritmo de verano a nuestras decisiones económicas

 

Durante el verano, muchas personas experimentan un cambio en su patrón de comportamiento financiero. Esto se debe a una combinación de factores emocionales, sociales y contextuales:

  1. Mayor exposición a estímulos de consumo: Las vacaciones están llenas de tentaciones: viajes, cenas, actividades, rebajas, ocio digital… Todo invita a gastar. Además, las redes sociales amplifican el efecto FOMO (miedo a perderse algo), empujándonos a consumir para “no quedarnos atrás”.
  2. Desconexión de la rutina financiera: Muchas personas dejan de revisar sus cuentas, olvidan sus objetivos de ahorro o simplemente “se dan un respiro”. Esta desconexión puede ser saludable si está planificada, pero peligrosa si se convierte en descontrol.
  3. Euforia emocional: El buen tiempo, el descanso y la compañía generan emociones positivas que, paradójicamente, pueden llevarnos a tomar decisiones menos racionales. Nos sentimos bien, y eso nos hace pensar que todo está bajo control… incluso cuando no lo está.

Qué dice la economía del comportamiento en verano

 

La psicología financiera y la economía del comportamiento explican muy bien este fenómeno que se da durante la época estival. Ambas áreas estudian cómo nuestras emociones, creencias y sesgos cognitivos influyen en nuestras decisiones económicas.

  • Sesgo del presente: Tendemos a priorizar el placer inmediato sobre el beneficio futuro. En verano, esto se traduce en gastar hoy sin pensar en las consecuencias de septiembre.
  • Sesgo del optimismo: Creemos que “todo irá bien”, lo que nos lleva a subestimar riesgos y sobreestimar nuestra capacidad de recuperación financiera.
  • Efecto halo: Cuando estamos en un entorno positivo (playa, amigos, relax), asumimos que todo está bien, incluso nuestras finanzas. Este sesgo nos impide ver señales de alerta.
  • Desactivación del sistema racional: Según el modelo de los dos sistemas de pensamiento de Daniel Kahneman (Premio Nobel de Economía 2002), en verano tendemos a usar más el “Sistema 1” (rápido, emocional, intuitivo) y menos el “Sistema 2” (lento, analítico, racional). Esto nos hace más vulnerables a decisiones impulsivas.

Recomendaciones financieras para el verano o cómo evitar flotar sin rumbo

 

No se trata de no disfrutar del verano, sino de hacerlo con cabeza. Aquí van algunas estrategias para mantener el control sin renunciar al descanso:

  • Presupuesto flexible: Diseña un presupuesto específico para el verano, con un margen para caprichos. Así podrás disfrutar sin culpa ni sorpresas.
  • Control financiero a través de tu app bancaria: Usa las funcionalidades de control financiero de tu app bancaria para seguir tus gastos desde el móvil, incluso desde la hamaca.
  • Alertas de gasto: Activa notificaciones en tu banco para estar al tanto de tus movimientos. A veces, un simple aviso puede evitar un gasto innecesario.
  • Revisión exprés semanal: Dedica 10 minutos a la semana a revisar tus finanzas. No necesitas hacer un análisis profundo, solo asegurarte de que todo sigue bajo control.
  • Planificación previa: Antes de irte de vacaciones, deja resueltas tareas como pagos, transferencias o revisiones de inversiones. Así evitarás decisiones apresuradas en pleno descanso.
  • Autoconocimiento emocional: Reconocer cómo te afectan las emociones es clave. Si sabes que tiendes a gastar más cuando estás feliz o relajado/a, puedes anticiparte y tomar medidas preventivas.

 

El verano está para desconectar, sí, pero no para que tus finanzas se vayan a la deriva. Eso que aquí hemos llamado el “síndrome del flotador financiero” es una forma simpática de recordarnos que, aunque estemos en modo relax, nuestras decisiones económicas siguen teniendo impacto.

Flotar está bien. Pero mejor si no te alejas mucho de la orilla.

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