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Robinson Crusoe: el personaje que da nombre a un modelo económico

VICTORIA EUGENIA ROMERO OJEDA

Doctora en Economía

Sobre mi

Doctora en Economía (Premio Extraordinario de Doctorado) y Máster en Marco Institucional y Crecimiento Económico por la Universidad Rey Juan Carlos. Licenciada en Economía por la Universidad de Málaga. Ha sido Visiting Researcher en la University of Westminster (Reino Unido). Actualmente desempeña su labor profesional en el sector financiero.

Cuando en 1719 Daniel Defoe publicó su novela nunca imaginaría que, además de alimentar la imaginación de sus ávidos lectores, serviría de inspiración para el desarrollo de novelas de aventuras, películas de cine y hasta un modelo económico

10 Jun 2021

7 Min de lectura

El 25 de abril de 1719, el escritor británico Daniel Defoe publicaba La vida y extrañas y sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe (…), más conocida como Robinson Crusoe, considerada la primera novela moderna de habla inglesa y uno de los grandes clásicos de la literatura universal.

 

Basada en la historia real del marinero escocés Alexander Selkirk -hay quien señala que también en el español Pedro Serrano, cuyas vivencias recogió en su libro Comentarios Reales de los Incas (1609) Garcilaso de la Vega-, la novela narra las aventuras de un joven náufrago abocado a sobrevivir en una isla desierta durante 28 años. Con más de 700 versiones y traducciones, inspiró a otras novelas del género, multitud de películas de cine y hasta un modelo económico.

 

“Desde las costas del Brasil a una isla desierta”

 

Los economistas hacen uso de los modelos económicos como herramienta para explicar, de forma simplificada, el funcionamiento de fenómenos y procesos económicos complejos. Estas representaciones de la realidad tratan de captar la esencia del problema a explicar y facilitar su comprensión, y las conclusiones del análisis son extrapolables al conjunto de la economía.

 

Las limitadas opciones para sobrevivir de Robinson Crusoe son tomadas como ejemplo para ilustrar el funcionamiento de un modelo de equilibrio general competitivo, es decir, de cómo se desarrolla el proceso de toma de decisiones de los agentes económicos que permite alcanzar una asignación eficiente de los factores de producción y los bienes de consumo.

 

Para ello, se parte de los siguientes supuestos simplificadores:

  1. Existe un único agente económico que actúa como productor y como consumidor: Robinson Crusoe. 
  2.  Crusoe produce y consume un único bien: cocos.
  3.  La cantidad producida y consumida de cocos dependerá del tiempo que Crusoe dedique a recogerlos (trabajo), frente a quedarse descansando en la playa (ocio).
  4.  Es una economía cerrada: al encontrarse aislado, Crusoe no puede realizar intercambios (no existe comercio exterior).  

 

En este contexto, nuestro protagonista persigue un doble objetivo: en su faceta como productor, recoger el mayor número de cocos posible, lo que le permitirá maximizar su beneficio, mientras que, como consumidor, preferirá maximizar el consumo de cocos y su tiempo de descanso (maximizar su utilidad). A esto se le denomina “conducta optimizadora”.

 

De esta forma, en cada decisión producción-consumo Crusoe incurre en un coste de oportunidad: sacrificar tiempo de ocio por trabajo para conseguir más cocos. La cuestión que se plantea es determinar cuánto tiempo debe dedicar al trabajo y cuánto al ocio de forma que ambos objetivos queden cubiertos.

 

“Sobreviviendo a la isla”

 

El funcionamiento de nuestro pequeño mercado isleño da respuesta a su pregunta.

 

La capacidad para recoger cocos de Robinson Crusoe, que representa su función de producción, va a depender del tiempo de trabajo que dedique a tal labor. Por su parte, la satisfacción que obtenga como consumidor, representada en su función de utilidad, vendrá determinada por el consumo de cocos y el tiempo que dedique al descanso. Parafraseando a Crusoe, “(…) las cosas sólo pueden ser consideradas buenas con arreglo al uso que de ellas hagamos, y (…) no gozamos de las mismas sino en la medida en que las empleamos”.

 

La respuesta a su pregunta vendrá dada por aquella cantidad de trabajo que permita a Crusoe maximizar el número de cocos recogidos (beneficio) y, simultáneamente, la satisfacción (utilidad) que le reporta el consumo de cocos y el descanso. Este será el punto de equilibrio de nuestro mercado, donde oferta y demanda se igualan, o solución Pareto eficiente.

 

A partir de este punto, la satisfacción que obtiene Crusoe del último coco consumido es menor que la utilidad de dedicar ese tiempo al descanso, por lo que no tendrá ningún incentivo para modificar el reparto. Se cumple así el primer teorema de la economía del bienestar: cualquier equilibrio competitivo conduce a una asignación de los recursos que es eficiente en el sentido de Pareto.

 

“Un naufragio, el festín de los caníbales y Viernes

 

La aplicación económica de la experiencia de Crusoe no se limita al modelo anterior, sino que ha servido de base para ilustrar otras cuestiones, como la ampliación del modelo de equilibrio general o la teoría de los ciclos económicos reales.

 

En el capítulo XI, Crusoe descubre una tribu de caníbales que acuden periódicamente a la isla a realizar sacrificios y rescata a uno de sus prisioneros, Viernes. Su entrada en escena permite ampliar el modelo anterior en varios aspectos: ahora hablamos de una economía con dos agentes económicos (Crusoe y Viernes) y, por tanto, dos factores productivos (el trabajo de ambos). Además, Viernes sabe pescar, por lo que se incorpora un nuevo bien a la cesta de consumo, el pescado. Nuestro modelo 1x1x1 es ahora un modelo 2x2x2 (2 productores, 2 consumidores, 2 bienes). Además, frente a la economía cerrada anterior, existe la posibilidad de realizar intercambios con los caníbales.

 

En cuanto a la teoría de los ciclos económicos reales, las decisiones de producción y consumo de Crusoe y Viernes pueden cambiar a lo largo del tiempo en la medida en que sus condiciones de vida se vean alteradas por alguna perturbación. Las condiciones meteorológicas de la isla, por ejemplo, limitan sus opciones para obtener recursos, lo que permite explicar las fluctuaciones de la economía a través del siguiente símil: la llegada repentina de un gran banco de peces a la isla supondría mayor producción a cambio de dedicar más horas de trabajo a la pesca. Crusoe y Viernes son ahora más productivos, pues pueden capturar más peces por hora, y, temporalmente, deciden reducir su tiempo de ocio para dedicarlo al trabajo. Esta situación puede equipararse a un ciclo económico expansivo. De esta forma, las fluctuaciones en la productividad, el empleo, la producción o el consumo son la respuesta del individuo a cambios inevitables en su entorno.

 

“El regreso a casa, y con fortuna”

 

Más allá del terreno económico el “experimento del robinsonismo” ha sido tomado como ejemplo en otras disciplinas.

 

Así, en el ámbito de la Sociología y la Psicología se considera que Crusoe personifica aptitudes deseables en los individuos, como la perseverancia, la autosuficiencia o la confianza en uno mismo, llegando incluso a acuñar un término: “ser un robinsón”.

 

Bajo un enfoque filosófico, se han identificado paralelismos entre la experiencia de Crusoe y situaciones planteadas por autores como Platón, Descartes o Nietzsche en relación a la capacidad inspiradora y fortalecedora de la fe como elemento que le permite, además de sus propias capacidades, sobrevivir.

 

Frente a esta interpretación “en positivo” de la novela de Defoe, su análisis desde un punto de vista histórico la tilda como ejemplo del puritanismo y el colonialismo británicos. No en vano, Crusoe enseña a Viernes dos cosas fundamentales: su idioma y su religión, una conducta propia de los procesos de conquista –los romanos imponían su lengua, religión e instituciones en los territorios ocupados- que se repite en el proceso de colonización europea del siglo XIX. En esta línea se manifestaron personalidades como el escritor irlandés James Joyce o filósofos como Derrida o Heidegger.

 

El 11 de junio de 1687 Robinson Crusoe pisa de nuevo suelo inglés tras 28 años, 2 meses y 19 días en una isla desierta. 300 años después, su historia continúa alimentando la imaginación de millones de lectores en todo el mundo y deja, como señaló el pedagogo británico Thomas Godolphin Rooper, una interesante reflexión: “Nunca busques en los demás lo que puedes hacer por ti mismo”.

 

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