Recientemente, en octubre de 2019, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) publicó una excelente guía (disponible en su web) denominada “Psicología económica para inversores”. Viene a ser como un resumen muy didáctico de la denominada economía del comportamiento o conductual.
Los principales referentes de la economía conductual son Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía en 2002, no economista sino psicólogo, y Richard Thaler, Premio Nobel de Economía en 2017. Libros suyos son, respectivamente, “Pensar rápido, pensar despacio” y “Todo lo que he aprendido con la psicología económica”.
Hasta ahora, algunas premisas de la teoría económica eran que las personas somos plenamente racionales, que sabemos lo que queremos, que tomamos decisiones basadas en el análisis y cálculo cuidadoso de todas las opciones disponibles, etc. Con aportaciones de la psicología, la neurociencia, la sociología y de otras disciplinas, ahora sabemos que nuestra racionalidad es limitada, que muchas veces desconocemos nuestras preferencias, que las emociones e intuiciones tienen un papel fundamental en el proceso de toma de decisiones...
Aconsejamos la lectura de la mencionada guía de la CNMV y de alguno de los libros citados. Para ello queremos dejar aquí esbozados los sesgos más comunes a los que nos enfrentamos en nuestra toma de decisiones que, en total, son 12 si atendemos a la citada publicación de la CNMV (los números entre paréntesis corresponden a los 12 sesgos en la toma de decisiones). Hemos eliminado los ejemplos relacionados con el mundo de las inversiones y las finanzas porque entendemos que estas reflexiones nos afectan a otros muchos ámbitos de nuestras vidas.
Pautas más comunes a la hora de tomar decisiones
- Exceso de confianza (1º) e ilusión de control (2º). ¡Cuántas veces hemos sobreestimado nuestros conocimientos a la hora de tomar decisiones y realizar pronósticos! ¡Y cuántas veces pensamos que tenemos el control de determinadas situaciones cuando realmente no tenemos ningún control ni incluso conocimiento!
- Confirmación (3º). Casi todos debemos reconocer que, frecuentemente, cuando buscamos informaciones nuevas estamos, sin darnos cuenta, tratando de afirmar nuestras convicciones previas o puntos de vista propios.
- Anclaje (4ª). Se llama así a la tendencia a dar más peso a la información obtenida en primer lugar que a una información nueva que la contradice; esas primeras ideas suponen a veces verdaderas anclas difíciles de soltar. Pensemos en aquellos primeros profesores o grupos de amigos que nos dejaron huella.
- Autoridad (5º), efecto halo (6º) y prueba social (7º). El sesgo de autoridad está muy presente en el mundo actual donde tenemos exceso de información por infinidad de canales y, consecuentemente, falta de tiempo para asimilar toda la información recibida. Se llama sesgo de autoridad a la tendencia a sobreestimar las opiniones de determinadas personas por el mero hecho de ser quienes son, normalmente personas con prestigio o autoridad en un determinado y muy específico ámbito de conocimiento que inexplicablemente se extrapola a otros ámbitos.
El efecto halo es la predisposición a enjuiciar a una persona o institución sobre la base de una única cualidad, positiva o negativa, que hace sombra a todas las demás. Debemos reconocer que es un sesgo muy frecuente en muchos ámbitos de nuestras vidas. Tendemos a calificar algo como “bueno” o “malo” utilizando como argumentación una sola referencia y sin tener en cuenta todas las demás.
Se denomina prueba social a la tendencia a imitar las acciones de otras personas por la creencia de que ellas están actuando correctamente: “Tanta gente no puede estar equivocada”.
- Descuento hiperbólico (8ª). ¿Quién no ha preferido recompensas más pequeñas e inmediatas frente a recompensas mayores y alejadas en el tiempo? ¿Quién puede negar el gran poder de atracción que tienen los beneficios inmediatos respecto a los obtenidos en el largo plazo?
- Aversión a las pérdidas (9º) y falacia del coste hundido (12º). Estos sesgos son difíciles de separar del mundo de las finanzas. Hacen referencia a la tendencia que tenemos en pensar más en las pérdidas (tanto pasadas como previsibles) que en las posibles ganancias. Por ejemplo, una vez entrados en pérdidas preferimos seguir para ver si recuperamos en vez de asumir que podemos perderlo todo si persistimos en el error.
- Statu quo (10º). Se toma como punto de referencia la situación actual, de modo que, cualquier cambio con respecto a este punto se percibe como una pérdida.
- Predisposición al optimismo (11º). Se trata de la tendencia a sobreestimar la probabilidad de experimentar situaciones positivas y subestimar las posibilidades de experimentar situaciones negativas. En definitiva, pesa más el optimismo que el realismo.
En resumen, que muchas veces tomamos decisiones llevados por las emociones y no por el análisis racional de los pros y los contras, o de cálculos numéricos de costes y beneficios. Sin duda, muy interesantes las aportaciones de la economía del comportamiento o, en su definición en inglés, Behavioral Economics.