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La curva de Phillips: a la búsqueda de las huellas perdidas

José M. Domínguez Martínez

Catedrático de Economía Aplicada (Hacienda Pública)

Fue el economista neozelandés A. W. Phillips quien postuló la famosa curva que lleva su apellido y cuya forma es de gran importancia para la instrumentación de la política monetaria

13 Nov 2018

6 Min de lectura

La historia de la curva de Phillips está plagada de curiosidades e incluso de aspectos intrigantes. Hizo acto de aparición en los medios académicos en el año 1958, pero bastante después, en 1973, se publicó un artículo con el título “Yo descubrí la curva de Phillips”, “firmado” por un “autor”, Irving Fisher, que había fallecido en 1947.

 

A pesar de que Fisher, en un trabajo un tanto olvidado, rescatado medio siglo después, había identificado en los años veinte del pasado siglo una conexión estadística entre el paro y la inflación, fue el economista neozelandés A. W. Phillips quien postuló la famosa curva que lleva su apellido.

 

Alban William Housego Phillips, como otros académicos célebres, fue un economista en segunda instancia, a partir de una especialización previa, en su caso en el campo de la ingeniería eléctrica. Tras su dura experiencia como prisionero de guerra se dedicó al estudio de los problemas macroeconómicos, pero no abandonó su primigenia vocación. Y, de hecho, llegó a desarrollar un aparato mecánico basado en la hidráulica para modelizar la economía británica.

 

Implicaciones de la curva de Phillips en el mercado laboral

 

Sin embargo, la curva que lo hizo famoso respondía a un esquema bastante más simple. Según la misma, la variación de los salarios guarda una relación negativa con la tasa de desempleo; a mayor tasa de paro, menores aumentos salariales, y viceversa. Muchas han sido las ampliaciones y revisiones de ese modelo tan simple y, en el fondo, basado en una lógica casi inapelable. Por mucho que rechacemos que el trabajo pueda ser considerado una mercancía, resultaría un tanto extraño que su retribución no se viera afectada por las condiciones del mercado laboral ni por el implacable juego de la oferta y la demanda, que acaba resumiéndose en la tasa de desempleo.

 

Durante bastante tiempo llegó a prevalecer una visión ingenua que concebía la curva de Phillips de una economía como una relación estable que ofrecía a los responsables de la política económica una serie de combinaciones de paro e inflación entre las que se podía elegir. Dentro de lo negativo, los dos males económicos bajo el foco, el paro y la inflación, marchaban en sentido contrario.

 

La difuminación de la curva típica

 

Sin embargo, la crisis de los setenta del pasado siglo dejó claro que ambos males pueden persistir al unísono. El fenómeno de la “estanflación” llegó a causar verdaderos estragos. Y, ya desde hace tiempo, encontrar una curva de Phillips bien definida y asentada se convirtió en una auténtica quimera. La otrora típica curva en forma de media luna empezó a difuminarse, si no a desaparecer, en los registros estadísticos empíricos.

 

Pero sería absurdo suponer que se pueda ignorar por completo una asociación tan trascendental y, así, a lo largo de los últimos años son numerosos los trabajos de investigación que tratan de recuperar la pista de su trazado gráfico real. James Tobin llegó a sugerir un símil sumamente adecuado: al igual que los personajes de Pirandello andaban buscando un autor, la curva de Phillips era, en un principio, un hallazgo empírico en busca de una teoría. Sin embargo, hoy día podríamos afirmar que las cosas han cambiado: hay ya una abundancia de autores y de teorías, a la búsqueda de los pasos perdidos de la famosa representación gráfica.

 

La influencia de otros factores

 

Para algunos economistas, el hecho de que no se llegue a percibir la curva de Phillips a partir de una inspección superficial de los datos no significa que aquélla no exista. Así, Gavyn Davies sostiene la tesis de que el comportamiento de la inflación puede venir condicionado por otras variables que contrarresten el efecto de la situación del mercado laboral.

 

Es decir, muchos otros factores pueden influenciar la evolución de la inflación, y algunas perturbaciones sobre ellos pueden ocultar la relación subyacente entre la inflación y el paro. La globalización, las alteraciones en la composición de la actividad económica y de la ocupación, la caída estructural de precios en algunos sectores, los cambios demográficos y las expectativas inflacionarias, entre otros, pueden desempeñar un papel relevante al respecto. Asimismo, el estancamiento de la productividad, que condiciona a largo plazo la capacidad para sostener los incrementos salariales, asume un protagonismo más que notable, al igual que la persistencia de altas cifras de desocupación y de amplios colectivos de personas transitoriamente retiradas de la población activa.

 

Lo que sí parece desprenderse es que, debido a algunos de los desarrollos recientes, la curva de Phillips se ha vuelto más plana, de manera que una caída en la tasa de desempleo tiene actualmente mucho menos impacto en la elevación de la inflación que en los años setenta del pasado siglo.

 

Impacto en la política monetaria

 

La forma efectiva de la curva de Phillips es de gran importancia para la instrumentación de la política monetaria. En este contexto, The Economist ha subrayado que, cuanto más plana sea dicha curva, el coste para los bancos centrales, en términos de una mayor inflación, por el hecho de retrasar el aumento de los tipos de interés, es considerablemente reducido.

 

En el gráfico adjunto se representa la relación entre la tasa de desempleo y la variación del coste salarial en España en los últimos años. Nos encontramos con una nube de puntos que es posible sintetizar en una curva con pendiente negativa. Sin embargo, la gran dispersión existente, esto es, las fuertes desviaciones de las observaciones respecto a la curva estimada, hace que no exista seguridad respecto al resultado que nos podríamos encontrar ante una posible elección entre las dos variables analizadas.

 

Hace años, cuando la aplicación de medidas generales de expansión de la demanda acababa traduciéndose en un incremento de la inflación y en una escasa incidencia en la ocupación, se pusieron en marcha las medidas de creación directa de empleo con objeto de “engañar” a la curva de Phillips. Se pretendía implementar medidas selectivas de manera que se lograra crear puestos de trabajo sin desatar la espiral inflacionista.

 

Hoy existen otras fuerzas, como las señaladas, que ayudan en ese propósito, pero, a decir verdad, la curva de Phillips es la que ha logrado engañar y esquivar a los investigadores económicos. Sesenta años después del artículo seminal de Phillips, el desafío intelectual sigue abierto. Después de las certezas llegaron las incertidumbres. Tal vez, sin saberlo, seguimos esperando a Godot.

 

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