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La importancia de la rentabilidad en las finanzas personales y en la empresa

María de Gea

Licenciada en Administración y Dirección de Empresas

Sobre mi

Licenciada en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad Pontificia de Comillas (ICADE). Comenzó su carrera profesional en las áreas de auditoría y consultoría de transacciones en dos de las mayores firmas internacionales de servicios profesionales de consultoría y auditoría. Cuenta con una amplia experiencia en el sector financiero y lleva más de 10 años dedicada a la actividad de Relación con Inversores dentro del sector bancario.

La rentabilidad es clave a la hora de valorar y realizar comparativas entre empresas o proyectos de inversión

22 Jan 2019

6 Min de lectura

¿Qué es la rentabilidad? El concepto de rentabilidad hace referencia al resultado que se obtiene tras realizar una inversión inicial. Es uno de los indicadores financieros más relevantes ya que permite medir la capacidad de generar retornos de una inversión, normalmente se presenta en porcentaje y se mide con un horizonte temporal de un año.

 

La rentabilidad es una métrica que sirve para todo tipo de instrumentos financieros, tanto de renta fija como de renta variable, pero también se utiliza como métrica para calcular el retorno de inversiones no financieras, como puede ser una inversión inmobiliaria.

 

A modo de ejemplo, en una inversión financiera básica, como es un bono de renta fija, la rentabilidad viene determinada por el cupón o el tipo de interés que devenga el bono en un periodo de un año. Si un bono cuyo nominal es 1.000€ paga un cupón de 20€ al año, podemos decir que la rentabilidad de dicho bona sería del 2%. Un ejemplo para una inversión no financiera podría ser una renta inmobiliaria. Si compramos un inmueble por valor de 100.000€ y obtenemos una renta por alquiler de 5.000€ al año, la rentabilidad de la inversión en este caso sería de un 5%.

 

El papel de la rentabilidad en la toma de decisiones de inversión

 

Uno de los objetivos y de las utilidades de calcular la rentabilidad de una inversión es que nos permite comparar diferentes proyectos, algo que convierte esta métrica en fundamental para la toma de decisiones de inversión.

 

En el ejemplo anterior vemos que la rentabilidad de la inversión inmobiliaria es superior a la del bono, por lo tanto, en principio parecería más interesante, pero no es siempre así puesto que normalmente inversiones más rentables suelen justificarse por tener mayores riesgos o menor liquidez en caso de querer revertir la inversión.

 

Por lo tanto, la rentabilidad nos permite comparar los retornos de una inversión a un mismo plazo de tiempo, pero siempre es recomendable que cualquier inversión tenga en cuenta los riesgos potenciales de la operación, para de esa manera poder exigir la rentabilidad adecuada. El coste de capital es el término que se utiliza para mostrar la rentabilidad que se le debe exigir a una inversión.

 

Cuanto mayor riesgo lleve asociado una determinada inversión, mayores rentabilidades se le exigirán, es decir, se tratará de una inversión con un mayor coste de capital.

 

Ratios para medir la rentabilidad

 

De igual modo, que calculamos la rentabilidad de una inversión, podemos calcular la rentabilidad de una empresa, una participación, un negocio, es decir, podemos calcular la rentabilidad de cualquier inversión que requiera un desembolso previo.

 

En el caso de la rentabilidad empresarial existen diferentes métricas que nos permiten analizar los retornos de la inversión, una de las más habituales es la que pone en relación los beneficios de la empresa con sus fondos propios o el capital desembolsado, también conocida como ROE (por sus siglas en inglés de Return on Equity).

 

El ROE mide el retorno o capacidad de generar resultados de una empresa en función de los fondos propios o capital que mantenga. Al igual que en nuestros ejemplos anteriores, en función del tipo de empresa de la que se trate, la rentabilidad puede ser muy diferente, entre otros, debido a los riesgos que asuma la empresa. Para sectores con más riesgo o empresas dentro de un mismo sector que asuman más riesgos, la rentabilidad que se les exigiría (coste de capital) debería ser relativamente superior.

 

Valoración de empresas en función del ROE

 

Desde un punto de vista de valoración o de análisis de una potencial inversión en una empresa, el ROE se estudia para determinar el valor que sería adecuado pagar por participar en el capital de dicha empresa. Una de las metodologías más empleadas en valoración de empresas es la que compara el ROE con el mencionado coste de capital (COE por sus siglas en inglés de Cost of Equity).

 

El coste de capital o COE es el rendimiento que debería obtener el accionista por participar en una determinada empresa teniendo en cuenta los riesgos que asume y su coste de oportunidad. En el cálculo del coste de capital se tienen en cuenta factores propios de dicha empresa como serían por ejemplo la actividad a la que se dedica, los riesgos a los que se expone, conocimiento y experiencia del equipo gestor e incluso otros factores exógenos como serían el ciclo económico o el riesgo de las geografías en las que opera.

 

La teoría de valoraciones nos dice que el valor de una empresa es equivalente a sus recursos propios o capital cuando su rentabilidad media en términos de ROE es igual al COE que se le exige. Si el ROE se sitúa por debajo del COE, entonces lo normal es que la valoración de esa empresa sea inferior al “valor en libros” (que es el valor contable o el valor de sus fondos propios). Pero si, por el contrario el ROE es superior al COE lo normal es que para adquirir esa empresa, o una participación en la misma, tengas que pagar un precio superior al valor contable.

 

Destino de los beneficios empresariales

 

Al definir el término rentabilidad hemos hablado de la capacidad de generar beneficios que tiene la empresa pero también del uso eficiente de estos. Este matiz es importante, ya que dependiendo del uso que se haga de los beneficios esto se traducirá en una mayor o menor rentabilidad futura. Una empresa que genera beneficios deberá decidir qué se va a hacer con ellos, siendo las opciones más evidentes tres: la re-inversión, el  reparto de beneficios o la acumulación de reservas.

 

La re-inversión implica invertirlos en la propia empresa con el objetivo de mejorar su rentabilidad futura, bien sea por la expansión del negocio, la mejora de la eficiencia de procesos, etc. El reparto de beneficios supone que una parte de lo ganado se repartirá proporcionalmente entre los accionistas, es decir, que estos materializarán las ganancias de la empresa recibiendo un pago que se conoce como dividendo.

 

Por último, otro destino habitual de los beneficios es la acumulación de reservas, algo que, a su vez, permite incrementar los recursos propios o la valoración contable.

 

En definitiva, la rentabilidad es clave a la hora de valorar y realizar comparativas entre empresas o proyectos de inversión, puesto que nos permite poder analizar la capacidad de generar beneficios y el uso eficiente de sus activos y recursos propios. 

 

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