En una sociedad cada vez más competitiva, donde la capacitación en conocimientos y habilidades es una de las principales señas de identidad o tarjeta de visita que nos acompañan a lo largo de nuestra vida, la formación cobra cada día mayor relevancia.
Desde un punto de vista formativo y profesional, el ciclo de vida se dividía tradicionalmente en tres grandes etapas:
- Estudio/formación
- Trabajo/vida laboral
- Jubilación/descanso
Esto se ha desdibujado, entre otras razones, por la mayor volatilidad del empleo estable, el incremento de la longevidad y el consiguiente incremento de los años de vida laboral necesarios para alcanzar las cotizaciones para la percepción de una pensión de jubilación.
En paralelo, el avance de la tecnología, el desarrollo de las competencias 2.0, las nuevas herramientas y plataformas digitales, así como los nuevos negocios surgidos al calor de esta nueva era, están influyendo y van a influir en los próximos años en la empleabilidad de las personas, al producirse una transformación de los mercados de trabajo y, por ende, de los procesos de formación.
Estas exigencias han elevado la competencia en el mundo laboral, requiriendo cada vez más conocimientos, habilidades y capacidades digitales, estas últimas cruciales para el desenvolvimiento en los nuevos modelos de reclutamiento en la red. Por lo tanto, se impone la necesidad de acometer procesos de formación especializados y continuados.
Repercusión del desarrollo académico en el progreso laboral
Por todo lo anterior, la inversión en estudios es una de las más importantes que podemos hacer por nosotros mismos, especialmente si son de nivel universitario.
Uno de los propulsores de esta idea fue Gary Becker, Premio Nobel de Economía en 1992, quien, como creador del concepto del “capital humano”, afirmaba que las desigualdades socioeconómicas y de ingresos por trabajo se explican por las diferencias en las inversiones de capital humano que realizan los individuos.
Señalaba Becker que algunos trabajadores ganan más que otros simplemente porque invierten más en ellos mismos. Según este premio Nobel, esta es la razón por la que la distribución de los salarios termina siendo desigual.
De algunos estudios vinculados a esta tesis se desprende que quienes tienen educación universitaria, ganan entre un 40 y un 70% más que quienes carecen de estudios profesionales. De hecho, las estadísticas muestran la clara relación entre estudios e ingresos.
Opciones para la financiación de estudios
Es indiscutible la importancia de estar formados. No obstante, en ocasiones nos encontramos con que financiar los estudios superiores requiere desembolsar una cuantía importante de dinero. Este alto coste puede retraernos si entendemos el desembolso necesario como un coste y no como una inversión.
A la hora de acometer esta inversión existen diferentes becas universitarias y otras ayudas a las que puedes acceder para pagar tus estudios, investigaciones, estancias en el extranjero o proyectos. Ayudas que se convocan en todos los ámbitos de estudio: humanidades, artes, ciencias sociales, ciencias experimentales, sanidad, ingeniería, formación profesional o formación para el empleo. Y también a todos los niveles: educación obligatoria, formación universitaria, doctorados, investigación o educación no formal.
No obstante si, por cualquier razón, no se cumple con los requisitos para acceder a una beca de las diferentes administraciones o bien ésta solo cubre una parte del pago, las entidades financieras pueden ofrecerte otras vías para que no frenes tu interés en formarte. La completa oferta en materia de financiación de estudios abarca desde préstamos para el pago de la matrícula universitaria, el anticipo de las becas concedidas por el Ministerio de Educación o préstamos para la realización de estudios de postgrado.
Beneficios de invertir en formación
Por último, podemos convenir en que la formación es crucial en el desarrollo personal y profesional de cualquier persona, generando un alto impacto a distintos niveles:
- Mejora las condiciones de trabajo. La ampliación de las capacidades técnicas y habilidades sociales a través de acciones formativas nos posicionan en una situación de partida privilegiada para acceder al mercado de trabajo, para promocionar dentro de la compañía o para conseguir un empleo más satisfactorio en otra empresa.
- Incrementa la competencia profesional y la productividad. El hecho de estar altamente capacitados nos permite, a su vez, afrontar la toma de decisiones y resolución de conflictos de forma más eficaz, lo que redunda en nuestra reputación dentro y fuera de la empresa, al tiempo que proporciona a la compañía mejores índices de productividad por parte de la plantilla.
- Aumenta nuestra satisfacción en el empleo. Gracias a la formación, seremos capaces de llevar a cabo con éxito las metas que nos propongamos y de afrontar nuevos desafíos, lo que tiene un impacto positivo en nuestra motivación laboral y nuestra satisfacción personal y autoafirmación
- Potencia la confianza y autoestima en nuestras relaciones personales. La formación nos aporta conocimientos, pero también habilidades sociales (como proactividad, empatía, compromiso, autocrítica, tolerancia…), capacitándonos para interactuar con nuestro entorno con una actitud más positiva.
Como colofón lanzo la pregunta inicial de nuevo, formación ¿coste o inversión?....