Cuando en junio de 2019 Facebook anunció que lanzaría su moneda virtual LIBRA, basada en la tecnología blockchain, la mayoría habló de ella como un nuevo bitcoin que no llegaría muy lejos, o como una mera innovación tecnológica. No obstante, algunos vimos lo que realmente era, un Jaque en toda regla a los Bancos Centrales y al orden monetario mundial.
“Facebook pretendía ser Banco Central Mundial con una moneda propia controlada por ellos y sus socios”. Ya lo comentaba en otro artículo que puedes leer aquí.
Evidentemente, esto generó un gran revuelo y la mayoría de los principales Bancos Centrales salieron rápidamente a comentar la noticia: “seguirían muy de cerca la evolución tanto del consorcio LIBRA como de su anunciada moneda”, lo que traducido al Román Paladino viene a ser:
“Facebook (y socios), cuidado con querer suplantar a los organismos oficiales y crear una economía paralela fuera de la supervisión gubernamental”.
Este anuncio hizo que LIBRA comenzará a sufrir un goteo incesante de grandes players (VISA, Mastercard, eBay, etc.) que de forma discreta, pero irrevocable, abandonaban el consorcio. Además, provocó que Facebook cambiara su postura oficial y comenzara a difundir la idea de que LIBRA quería ser una plataforma tecnológica blockchain al servicio de Bancos Centrales.
Pero la advertencia de los Bancos Centrales a Facebook no eliminó el problema de fondo. Hoy en día tenemos tecnología suficiente para que alguien pueda crear y distribuir, hasta el usuario particular, una moneda digital de forma rápida, segura y sencilla. Todo ello, sin la necesidad de intermediarios, y las BigTechs ya han mostrado su disposición a utilizarla.
Moneda Digital: CBDC
Podríamos decir que el intento de Facebook ha sido el primero serio, pero desde luego, no será el último. Es por ello que todos los Bancos Centrales han decidido salir en tromba para posicionarse como los verdaderos generadores y distribuidores de dinero, creando su propia moneda digital, las llamadas CBDC (Central Bank Digital Currency).
Imagino que los Bancos Centrales pensarán, y con razón, que controlar la creación y distribución de tu moneda es sinónimo de controlar el valor de la misma y, por tanto, de tu economía. Algo demasiado valioso como para que esté en manos de entes privados. Sin embargo, este lógico movimiento puede poner en jaque a todo el sector financiero.
Supongamos que un Banco Central decide utilizar la vía Facebook y sustituir el dinero físico por el digital usando blockchain. Aunque el objetivo fuera facilitar el control del dinero, la recaudación de impuestos y evitar la economía sumergida, un objetivo loable y necesario, las implicaciones podrían ser enormes. Con dicha tecnología, el Banco Central podría generar y distribuir el dinero (digital) entre particulares y empresas sin necesidad de intermediarios.
Esto es, el dinero viaja del Banco Central al wallet del particular, o la inversa, en intercambio directo. Esta nueva situación eliminaría de un plumazo la función de custodia y distribución del dinero que tienen todos los Bancos de hoy en día. Una función vital para su razón de ser.
Los Bancos han formado parte del sistema financiero Occidental desde hace siglos, conforman el sistema circulatorio del dinero que alimenta nuestro modelo de bienestar. Sustituir este sistema vital por otro, aún por definir, no debería ser algo que se decida con precipitación forzada por Bigtechs o Fintechs, y desde luego, sin contar con el criterio de todos los actores implicados. Nos jugamos demasiado como para no hacerlo bien.
Asistimos a una auténtica revolución del sector financiero venida de la mano de la INNOVACIÓN. Una gran partida de ajedrez, a vida o muerte, que nunca descansa y con infinidad de riesgos/oportunidades para ganar o perder la partida. Y como todo buen jugador, tienes que poder anticipar varias jugadas sino quieres que cualquier día te den el JAQUE MATE.
Vemos que Bigtechs y Bancos Centrales están moviendo sus fichas, es hora de que la Banca mueva las suyas y se posicione en el tablero para los próximos 20-30 años. Es momento de demostrar el valor único que aportamos los Bancos (y las personas que trabajamos en ellos) en las sociedades donde operamos.
(Nota del autor: todo lo que lea en este artículo se corresponde con una opinión exclusivamente personal).