Los Bancos Centrales juegan un papel clave a la hora de garantizar la estabilidad económica y financiera de un determinado territorio, con instrumentos de política monetaria que tratan de mantener una inflación baja y estable, así como limitar los riesgos asociados a la volatilidad de los tipos de cambio.
Ante la actual crisis sanitaria, provocada por la propagación de la Covid-19 y la declaración mundial de pandemia, los bancos centrales han tomado un mayor protagonismo, al ser necesaria una mayor concreción de la política monetaria, con una apuesta decidida por la liquidez y el alivio de la contracción económica.
¿Qué son y para qué sirven los bancos centrales?
Los Bancos Centrales son organismos institucionales cuyo principal objetivo es mantener la estabilidad de precios a través del control de la inflación, ejecutando medidas de política monetaria, como son el control de los tipos de interés y el ajuste de la masa monetaria en un determinado territorio. Son por tanto, los encargados de analizar la situación económica, diseñar estrategias de política monetaria y llevarlas a cabo mediante variables como el dinero en circulación, los coeficientes bancarios o los agregados monetarios (M1, M2).
De hecho, los bancos centrales son los únicos con autoridad para suministrar dinero a la economía, comprando, por ejemplo, deuda pública a bancos comerciales e incrementando así la masa monetaria, lo que se conoce como “política monetaria expansiva”. Otro de los objetivos de los bancos centrales consiste en alcanzar un crecimiento económico positivo y duradero, así como moderar los tipos de interés en el largo plazo y favorecer un entorno estable de los mercados financieros.
Cambios recientes en la política monetaria
La crisis financiera mundial de 2008 supuso la aparición de tensiones en los mercados financieros y un drástico aumento de la percepción de riesgo, lo que condujo a los Bancos Centrales de las economías avanzadas a relajar su política monetaria y rebajar los tipos de interés, situándose en el corto plazo cercanos a cero, e incluso en niveles negativos en algunos países.
La imposibilidad de seguir bajando los tipos de intervención, lo que se conoce como medidas de política monetaria convencionales, obligó a los bancos centrales a adoptar políticas monetarias no convencionales, como la compra de bonos, con el objetivo de relajar las condiciones monetarias y disminuir los tipos de interés a largo plazo, lo que se produjo en EE.UU., Japón, Reino Unido o la Zona Euro.
Esta política monetaria expansiva se ha extendido hasta la actualidad, intensificándose en 2019, cuando se empezó a percibir una cierta desaceleración en el crecimiento económico mundial (más palpable en la Zona Euro), un aumento de los riesgos a la baja y una mayor incertidumbre en el comercio internacional.
¿Qué ha supuesto Covid-19?
La propagación del virus Covid-19 a comienzos de 2020 ha propiciado la intervención de los Bancos Centrales, con propuestas de política monetaria sin precedentes en los últimos años, en una rápida y decidida apuesta por la inyección de liquidez para mitigar la actual crisis sanitaria, económica y social.
Concretamente, el Banco Central Europeo (BCE) aprobó en marzo el Programa de Compras de Emergencia Pandémica (PEPP), que inicialmente contaba con 750.000 millones de euros y a comienzos de junio se ha prorrogado con 600.000 millones de euros más, extendiéndose al menos hasta 2021 o hasta que se considere que la crisis ha terminado, con el objetivo de mantener un flujo de capitales que permita un acceso fluido a los créditos mientras dure la pandemia.
Este programa del BCE se basa principalmente en la adquisición de deuda de los distintos países europeos, adquiriendo la autoridad monetaria a cierre del mes de mayo un total de 234.665 millones de euros, de los que 37.365 se destinaron a la compra de deuda italiana y 22.392 a la deuda española, siendo estos países los más beneficiados, al ser también de los más castigados por la pandemia. Desde la puesta en marcha de este programa, el interés de la deuda española ha caído al 0,56%, desde el 1,45% que llegó a alcanzar a comienzos de la crisis.
Además, el PEPP permite la adquisición de pagarés, deuda corporativa a muy corto plazo, lo que ha permitido al BCE centrarse en la compra de títulos que cubren las necesidades más inmediatas de financiación de las empresas, estabilizando un mercado monetario que ha sufrido fuertes tensiones en los primeros compases de la propagación del virus.
De igual modo, el Banco de Inglaterra (BoE) tomó medidas adicionales como consecuencia de la aparición de la Covid-19, disminuyendo los tipos de interés oficiales y ampliando el programa de compras de deuda soberana hasta los 700.000 millones de euros.
Por su parte, el Banco de Japón (BoJ) anunció a finales de mayo un nuevo esquema de préstamos para empresas hasta marzo de 2021 por valor de 254.590 millones de euros, con el objetivo de ofrecer liquidez frente a las dificultades causadas por la crisis sanitaria.
En EEUU., la Reserva Federal (Fed) ha enfatizado su promesa de continuar con una política monetaria laxa para los próximos años, mientras que algunos bancos centrales latinoamericanos como el de Chile o Colombia han puesto en marcha modestos programas de inyección de liquidez a través de la compra de deuda, algo inédito en esta zona, que pone de relieve la magnitud de la crisis que está provocando la Covid-19 en todo el mundo y la necesidad de actuación de los Bancos Centrales.