En “El Libro de las Maravillas del Mundo”, Marco Polo describía con entusiasmo el asombro que le supuso el descubrimiento del arte de crear el “dinero volador”. Sensación similar puede experimentar quien por primera vez se acerque actualmente al enigmático mundo de las criptomonedas.
A lo largo de la Historia, las distintas civilizaciones han tratado de resolver, con distinto grado de acierto, el problema al que el economista británico William Stanley Jevon acuñó como el de “la doble coincidencia de carencias”, esto es, diseñar un sistema que minimice el uso del trueque para el desarrollo de las distintas transacciones.
Aun cuando a priori las alternativas pueden ser múltiples y, en primera instancia, se recurriese al orden social que regía la distribución para canalizar y garantizar una adecuada asignación de recursos, la evidencia empírica se ha encargado de constatar que, para un mínimo tamaño poblacional y nivel de desarrollo económico y social, la solución difícilmente se puede articular sin apelar al dinero.
Naturaleza y uso del dinero
La naturaleza y el uso del dinero han sufrido permanentes mutaciones vinculadas a cambios en el estado del arte de la tecnología, gestadas, en gran parte, en el ámbito privado, con posterior intervención del sector público a fin de garantizar la estabilidad macroeconómica y financiera.
La plétora de monedas-mercancía se fue viendo sustituida por las monedas de metal, que permanecieron en circulación hasta que el papel moneda procedente de China se fue propagando por el Viejo Continente, transmutando del patrón de convertibilidad en reservas al de carácter fiduciario respaldado por sí mismo.
La introducción de la tarjeta de pago en la primera década del siglo XX y la del cajero automático unos años más tarde, unido al despliegue de una compleja y extensa infraestructura de pagos por parte del sistema bancario, ha permitido la ampliación del parque de instrumentos de pago, en los que los de carácter electrónico ocupan una clara posición preponderante, situación que se ha visto potenciada recientemente por las posibilidades que ofrecen los teléfonos móviles.
Nacimiento de las criptomonedas
En este “nuevo” universo digital cuyas dimensiones se amplían de forma exponencial al amparo del desarrollo tecnológico, a finales de la pasada década comenzó a gestarse el nacimiento de las llamadas criptomonedas, entre las que el Bitcoin constituye el exponente más destacado.
Las criptomonedas son monedas virtuales, hasta el momento privadas, generadas en cadenas de bloques (o blockchain) que permiten el desarrollo de transacciones de persona a persona (peers to peers), a través de redes totalmente descentralizadas sin la participación de institución central.
Cada transacción en bloque, consistente en la resolución de forma voluntaria y computacional de complejos algoritmos numéricos de carácter criptográfico, orientados a la mejora de la seguridad del sistema, da lugar a la generación de nuevas unidades de moneda, que pasan a ser propiedad de su creador, también llamado minero. A fin de evitar su devaluación, el número de unidades de cada moneda se encuentra limitada.
Las criptomonedas pueden ser adquiridas a través de la red, cuyo precio vendrá determinado por el libre juego de la oferta y la demanda, acumulándose en un monedero digital instalado en el ordenador o dispositivo móvil de cada usuario.
Las transacciones que se realicen darán lugar a transferencia de valores entre los monederos de los intervinientes, incluyéndose en la cadena de bloques que actúa como contabilidad pública compartida, lo que permite verificar a través de cifrados de las claves que actúan como firma, en diez minutos aproximadamente, que el comprador dispone de saldo suficiente y que la transacción se efectúa por los propietarios correctos de los monederos sin ningún tipo de alteración o injerencia de terceros.
El carácter público de la cadena de bloques no está reñida con el anonimato, preservándose la identidad de los usuarios a través de encriptado, lo que permite su uso para el desarrollo de operaciones ilícitas y las tipificadas en el ámbito de la economía sumergida.
Actualmente existen más de 1.500 criptomonedas, cuyo valor de mercado se encuentra por debajo del 1% del PIB mundial.
Valoración de las criptomonedas
A pesar de las ventajas comparativas que ofrecen con respecto al resto de instrumentos de pago en términos de tiempo y coste transaccional, al reducir el número de participantes -si obviamos el asociado al elevado consumo eléctrico y de recursos informáticos y humanos que requieren sus sistemas de verificación y los elevados tiempos de liquidación-, no conviene pasar por alto que su uso no se encuentra exento de riesgos. Entre ellos destacan los siguientes:
- Existe riesgo de robo.
- La existencia de fallos operativos o de ataques cibernéticos pueden traducirse en indisponibilidades temporales.
- No se encuentra respaldado por un banco central o una autoridad pública.
- No puede considerarse un medio de pago, ya que no cumple en sentido estricto con sus tres funciones básicas:
1) Ser un medio de intercambio generalmente aceptado, dado que actualmente se encuentra lejos de institucionalizarse y no es obligatoria su aceptación como medio de pago de deudas u otras obligaciones contraídas.
2) Ser una unidad de cuenta.
3) Constituir un depósito valor, debido a las elevadas fluctuaciones que experimenta su cotización.
- Como producto de inversión carece de valor intrínseco, lo que le otorga un alto carácter especulativo, además de no estar protegido por un mecanismo similar al del efectivo o los depósitos bancarios en la normativa relativa a productos bancarios o de inversión.
El futuro no está escrito. Las principales criptomonedas aparecieron hace casi diez años y han alcanzado su éxito recientemente por motivos ajenos para las que fueros creadas. El que formen parte de nuestro día a día dependerá de su capacidad de ponerse al servicio de la economía real.