Una de las transformaciones sociales más importantes de las últimas décadas en las economías desarrolladas es el envejecimiento de la población. Este fenómeno demográfico consiste en la modificación progresiva de la distribución de edades de la población, con un aumento de la proporción de personas de mayor edad a la vez que disminuye la población joven, lo que se traduce en una inversión de la pirámide poblacional.
¿Por qué se produce el envejecimiento poblacional?
Para explicar este proceso existen tres factores poblacionales claves: el aumento de la esperanza de vida, la baja natalidad y los fenómenos migratorios.
En primer lugar, el incremento de la esperanza de vida se debe al descenso de la mortalidad en las distintas etapas, a la mejora en la calidad de vida y, fundamentalmente, a los avances en la ciencia médica que se han producido en las últimas décadas, alcanzando edades que eran impensables en épocas anteriores.
En el caso de España, y según datos del INE, la esperanza de vida al nacimiento en España ha pasado de 70,6 años para los hombres y 76,3 años para las mujeres en 1975, a 80,4 años y 85,7 años, respectivamente, en el año 2017. Ante esto, la edad media de la población se ha incrementado en más 10 años en las últimas cuatro décadas hasta los 43,2 años en 2018.
Por otro lado, la tasa de natalidad ha pasado de 18,7 nacidos por cada 1.000 habitantes a mediados de la década de los 70 a 8,4 en 2017, por lo que no hay reposición en el número de personas jóvenes que puedan compensar el aumento de mayores.
Los flujos migratorios, por su parte, no afectan de forma primordial a la estructura global del envejecimiento, pero sí pueden modificarla en determinadas zonas geográficas. Un claro ejemplo es la migración de personas jóvenes del medio rural a las ciudades durante los años 60-70, por motivos laborales, y también la llegada de extranjeros en busca de trabajo, que han contribuido a "rejuvenecer" la población, si bien pasarán o han pasado a engrosar el grupo de personas mayores.
Consecuencias socioeconómicas del envejecimiento poblacional
La primera consecuencia importante se traslada al mercado de trabajo. El porcentaje de personas mayores en relación con la población total se incrementará considerablemente durante las próximas décadas, cuando una gran parte de la generación del “baby boom” llegue a la edad de jubilación.
Según las últimas proyecciones de población del INE, de mantenerse la tendencia demográfica actual, el porcentaje de población de 65 años y más, que en 2018 se sitúa en el 19,2% del total de la población (en torno al 10% a mediados de los 70), pasaría a ser del 25,2% en 2033. Por su parte, la tasa de dependencia, que mide el porcentaje de la población mayor de 65 años sobre la población en edad de trabajar, es decir, aquella entre 16 y 64 años, se elevaría desde el 29,6% actual (16,8% en 1975) al 40,8% en 2033.
Además, según el último informe “Pensions at a Glance, 2017” de la OCDE, el envejecimiento de la población se acelerará a un ritmo muy rápido en España, que tendrá la segunda tasa de dependencia de la vejez más alta de la OCDE en 2050, después de Japón.
Esto implicará un aumento de la carga sobre las personas en edad laboral a fin de hacer frente al gasto social exigido por el envejecimiento de la población para una serie de servicios sociales conexos (gastos sanitarios, farmacéuticos, de dependencia, entre otros) lo que afectaría, por ende, al “Estado del Bienestar”.
Desde el punto de vista económico, la principal consecuencia es la sostenibilidad de las pensiones, ante el desequilibrio entre ingresos y gastos en el Sistema de la Seguridad Social. Actualmente en España existe en sistema de reparto, es decir, los trabajadores dedican una parte de sus salarios a pagar la pensión de los actuales jubilados, confiando al tiempo en que las generaciones futuras, hagan lo mismo cuando ellos alcancen su jubilación.
En este sentido, podría verse afectada la tasa de sustitución, indicador de cómo un sistema de pensiones consigue o no su objetivo de proporcionar unos ingresos adecuados en el momento de la jubilación respecto a los ingresos que el trabajador tenía cuando estaba en activo.
Cómo afrontar los retos del envejecimiento
La OCDE sostiene que se necesitan más reformas en casi todos los países para mejorar el bienestar económico y social de las personas. Es necesaria la viabilidad social y financiera del sistema público de pensiones para adaptarlas a la nueva realidad demográfica. Por ello, hay que fomentar otros medios alternativos privados que complementen las actuaciones públicas. Asimismo, las políticas monetaria y fiscal deberán tener en cuenta la nueva estructura de la población.
Por otro lado, la inmigración de población joven se presenta como una solución al envejecimiento de la población, pero muchos de estos inmigrantes tienen una edad similar a la de los mayores grupos de edad de población española, por lo que hay que diseñar políticas de inmigración flexibles y acordes con las necesidades del mercado laboral.
Por último, otras posibles soluciones versarían sobre políticas que favorezcan la participación laboral e incentiven la natalidad mediante medidas fiscales, de vivienda y de conciliación de la vida laboral y familiar.
Aunque las altas tasas de natalidad reducirían poco el desafío del envejecimiento poblacional en los próximos años, resultaría esencial para reducir las cargas de dependencia de la vejez en un largo plazo.