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Agricultura inteligente sí, pero más inteligente

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Francisco J. Vilches Varo

Licenciado en Administración y Dirección de Empresas

Sobre mi

Licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Cádiz. Experto en Asesoramiento Financiero. Universidad Internacional de Andalucía. Asesor Financiero MiFIF II certificado por la escuela de formación bancaria CECABANK. Actualmente, responsable de Negocio Agrario en el sector financiero.

Desarrollar una verdadera agricultura inteligente conllevaría analizar en profundidad la situación actual y las consecuencias futuras de no modificar el modelo productivo actual, así como establecer una estrategia a largo plazo donde se definan planes de acción

19 Sep 2019

3 Min de lectura

Cuando hoy día hablamos de agricultura inteligente, lo hacemos refiriéndonos a la agricultura que aplica nuevas tecnologías a su actividad, principalmente, buscando ser más eficiente, producir más y obtener mayor rentabilidad. Pero la agricultura inteligente debe ser algo más que eso.

 

Ser inteligente es tener capacidad de relacionar los conocimientos que se poseen para resolver una determinada situación presente y futura.

 

Partimos de una situación actual en la que existe gran escasez de recursos naturales, va en aumento la degradación de los campos por malas prácticas agrícolas, se están intercalando largos períodos de sequía con bruscas variabilidades de precipitaciones, se está incrementando la población mundial, se están cambiando los hábitos de consumo, existe mayor competencia internacional, están apareciendo de nuevas plagas y enfermedades, existe una gran inestabilidad mundial, tanto económica como política y social, etc. Y, por otro lado, España es una gran productora agraria a nivel mundial de una gran diversidad de productos agrícolas de una extraordinaria calidad reconocida en el mundo entero.

 

Agricultura inteligente, una oportunidad de futuro

 

Por tanto, desarrollar una verdadera agricultura inteligente conllevaría analizar, en profundidad, la situación actual y las consecuencias futuras de no modificar el modelo productivo actual, y establecer una estrategia a largo plazo donde se definan planes de acción para los que, para su ejecución es imprescindible el apoyo de la tecnología, que jugará un papel muy importante, así como también de la comunicación, el marketing, Big Data, etc. sectores estos a los que se les presenta una gran oportunidad de futuro.

 

Por supuesto que se debe perseguir una mayor eficiencia de las explotaciones y una mejora de su rentabilidad para garantizar su sostenibilidad en el tiempo, pero de nada servirá si agotamos los recursos naturales necesarios para el desarrollo de la actividad agraria, si continuamos degradando el suelo agrícola, si no mitigamos los efectos del cambio climático, si no estamos preparados para luchar contra nuevas plagas o enfermedades, si no disponemos de una normativa clara sobre la aplicación de las nuevas tecnologías e innovaciones, si no hay una continuidad en la inversión en proyectos de investigación e innovación o si no realizamos una correcta planificación financiera ante la, cada vez mayor, incertidumbre sobre el mantenimiento de las subvenciones públicas, entre otras cosas.

 

En esta línea está prevista que se desarrolle la futura PAC, post 2020, que, en principio, parece ser que perseguirá la llamada “Arquitectura Verde”, un modelo agrícola alineado con el acuerdo de Paris sobre clima y el objetivo de desarrollar la agenda 2030, en la que se pretende dar respuesta y mitigar los efectos del cambio climático y medioambiental y donde el principal instrumento, a priori, van a ser, los “Eco-esquemas” para facilitar el tránsito a nuevas prácticas agrarias de mayor beneficio climático y medioambiental con regímenes de ayudas voluntarias. Por lo tanto, una nueva PAC centrada en cumplir con una sostenibilidad económica, social y medioambiental real de las explotaciones agrarias y no en cumplir determinados requisitos agronómicos como hasta ahora.

 

Así que agricultura inteligente sí, pero más inteligente. Una agricultura en la que deben estar implicados todos los agentes que intervienen tanto directa como indirectamente en el sector agroalimentario y no solo los productores, sino cooperativas, industria agroalimentaria, distribuidores, comercializadores y transporte, administraciones públicas, laboratorios, entidades financieras, compañías de seguros, etc.

 

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